lunes, 11 de junio de 2012

Falsos amigos de la alimentación


 Imagen vista en http://www.bebesymas.com

 ¿Debemos volvernos locos con lo que comemos?

La respuesta es claramente no, pero sí que podemos leer un poquito e identificar los productos nocivos para la salud de  nuestros hijos y ejercer nuestro poder como consumidores, obligabndo a los fabricantes a replantearse la basura y el veneno que actualmente nos venden y "compramos".

Mensajes como "variedad de vitaminas y minerales" desvían la atención de los padres sobre la verdadera fórmula nutricional de determinados alimentos.

 El interés y la preocupación por dar la mejor alimentación a los hijos hace que muchos padres compren productos que los niños comen con facilidad, pero que no son los mejores ni para la educación de su gusto y apetito ni para su salud. Entre la amplia gama de productos específicos dirigidos al público infantil es determinante conocer con detalle los ingredientes que los componen para elegir con seguridad los más sanos y no solo los más gustosos.

Sin embargo, en ocasiones, esta información no es suficiente. Un alimento puede no contener grasas trans, las más perjudiciales para la salud cardiovascular futura del niño, pero ser rico en grasas saturadas, cuyo exceso también perjudica. En otras ocasiones, mensajes atractivos referentes a la gran cantidad y variedad de vitaminas y minerales que aporta el producto desvía la atención de los padres sobre la verdadera fórmula nutricional del alimento, que puede contener demasiada azúcar, mucha grasa o más sal de la convenida para los niños.

  • Cereales de desayuno: no todos valen. Su valor nutritivo en esencia, saludable se desvirtúa cuando el resultado es un producto azucarado, demasiado salado o con grasas insanas como las saturadas y, peor aún, las grasas trans.
  • Bollos, magdalenas, brioche: No hay hueco en la despensa para los productos de bollería y repostería que incluyan entre sus ingredientes "aceites y/o grasas vegetales parcialmente hidrogenados"
  • Yogures con trozos de frutas: la fruta no cuenta. La escasa ingesta de fruta que contienen estos productos no influye en el aporte de vitaminas, minerales y fibra.  
  • Bebidas de leche y zumo: La publicidad asegura que aúnan los beneficios de la leche, en referencia a las proteínas y el calcio, y las vitaminas de la fruta. Pero el aspecto nutricional de estas bebidas no equivale al de un vaso de leche y a una ración de frutas puesto que por envase no proporcionan una ración de dichos alimentos. La mayoría añaden azúcares, además de una larga lista de aditivos estabilizantes, colorantes, acidulantes y aromas. Además, la mezcla indefinida de sabores (muchos son multifrutas) no es una buena influencia para la educación del gusto por la fruta entre los niños, ya que no aprenden a identificar los sabores naturales de cada fruta. 
  • Nuggets de pollo, delicias o varitas de pescado, san jacobos, croquetas, empanadillas, aros de calamar, pizza, hamburguesas, salchichas...: No hay justificación para que estos productos precocinados industriales tengan tanta presencia en los menús infantiles escolares y familiares.  
  • Palitos de pescado: Están elaborados con restos de músculo de una mezcla de distintos pescados frescos (abadejo, platija, corvina, morena de Japón, hoki, bacalao, caballa y merluza, entre otros), pero son productos con un conglomerado de aditivos (polifosfatos, potenciadores de sabor, conservantes, saborizantes y colorantes) y menos proteínas y más sal que el pescado fresco. Poco de natural tiene el producto final. 
  • Charcutería: embutidos y fiambres
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